Manuel Mejía Vallejo: 1923-2023
Mejía Vallejo,
Manuel,
novelista colombiano,
n. en Jericó el 23 de abril de 1923. Es heredero de una larga y fuerte
tradición literaria, concentrada en la llamada zona "paisa" del
noroccidente del país (Depto. de Antioquia y regiones circunvecinas), que incluye
a poetas como Epifanio Mejía, Gregorio Gutiérrez González (V.), Porfirio Barba
Jacob (V.) o Carlos Castro Saavedra, a narradores como Juan de Dios Restrepo
(Emiro Kastos) (V.), Tomás Carrasquilla (V,), José Restrepo Jaramillo (V.),
Jesús del Corral o Efe Gómez (V.), o a pensadores como Baldomero Sanín Cano
(V.), Fernando González (V.) y Gonzalo Arango (V.), todos ellos, como sus
gentes, arraigados a sus propias costumbres, deliberantes hasta el anarquismo,
regionalistas y nómadas al mismo tiempo, tradicionalistas y renovadores, épicos
en las jornadas colectivas, líricos en sus locuras individuales, con gran
influencia española, divergentes frente a la capital de la república, y con un
gran ascendiente en la vida nacional.
Mejía Vallejo creció
en las tierras montañosas del sureste antioqueño, cerca de Jericó y Jardín, sus
dos pueblos natales, casi a orillas del río San Juan, contra los farallones del
Citará, cerca del departamento del Chocó, vecino de los indios catíos, donde su
padre tenía su hacienda y unas minas de sal heredadas del abuelo, paisaje que
ha sido el referente permanente de buena parte de su obra narrativa, comenzando
por su primera novela, La tierra éramos nosotros, publicada a los 22
años y censurada e incinerada en Jardín. "De manera que en esa montaña
física y espiritual, nos criamos nosotros y yo creo que para bien. Porque nos
teníamos que saber defender frente a todas esas circunstancias. Y yo este
paisaje lo pinté en La tierra éramos nosotros, que salió publicada en
1945, llena de ingenuidad, una novela muy fresca, poética, un canto exaltado de
paisaje y de los seres nuestros y narrado en primera persona, con los nombres
que conservaron en vida, porque el único nombre cambiado era el mío, yo me
llamo Bernardo en esa novela inicial y Bernardo ha aparecido en novelas
posteriores porque sigo siendo aquel niño inocente lleno de miedo, lleno de
terrores, lleno de deseos, y lleno de fuerza para poder combatir lo que nos
llegara encima: un magisterio de cierto tipo de valentía que nos inculcó mi
madre y mi padre y los parientes que eran hombres y mujeres de verdad".
(Peña Gutiérrez, Isaías, Comp., p.16). De esa época surgen sus poemas, décimas
y coplas, publicados en varios tomos. "Y a mí no se me ha podido despegar
de la memoria la vida que viví de niño y de adolescente en aquellos territorios
azarosos, abruptos y hermosos, y aquellas narraciones que escuchaba de la
tierra donde irás no volverás, de la flor de lilolá, del nuaimás, de los
cuentos encantados, de los aparecidos; o cuando salía a caballo, los sábados, y
me detenía en la fonda del camino real donde algunos trovadores y copleros
estaban cantando y trovando. Recuerdo algunas coplas que me enseñaron el poder
de la palabra, de cómo con palabras, con versos, se podía fácilmente hacer obra,
invocar difuntos, invitar vivos. Y yo recuerdo que Jesús Arenas -uno de los
arrieros de mi padre-, quien era trovador, contaba el cuento de Sebastián de
las Gracias, con 146 coplas, trovas, que tiene el cuento original, y tocando el
tiple, y ese cuento maravilloso de Sebastián de las Gracias lo cantaban con
otros trovadores". (Peña Gutiérrez, p.17-18).
A ese mundo encantado
y real de su juventud se sumó el que lo recibiría en la capital de Antioquia,
Medellín, la ciudad industrial más importante del país, a principios de los
años cuarentas. Ahí estudió su secundaria, que no terminó por razones
económicas, y escultura y dibujo (su madre era ceramista) en 1944. Se integró,
entonces, a un grupo grande de periodistas, intelectuales y artistas
insurgentes, como Otto Morales Benítez, Rodrigo Arenas Betancourt, Carlos
Castro Saavedra, Belisario Betancur (futuro presidente de la república),
Balmore Álvarez, Jaime Sanín Echeverri, Mario Franco, Oscar Hernández, etc.
Pero la violencia política del 48, con motivo del asesinato del caudillo
liberal Jorge Eliécer Gaitán, los marcó a todos. Y Mejía Vallejo, gaitanista
fervoroso, perdió su empleo oficial y tuvo que salir, en 1950, para Venezuela
en exilio forzoso. Sus cuentos, ganadores desde esos años, en muchos concursos
nacionales e internacionales, reflejarían el mundo rural de su infancia y las
dificultades de la sociedad industrial que crecía, mientras la violencia
política arreciaba. En 1955, ganó el concurso internacional de cuento de El
Nacional de México con "Tiempo de sequía", título con el cual
publicaría en 1957 su primer libro de cuentos; en 1956, ganó el el XI Concurso
Nacional de Cuento de Venezuela con "Al pie de la ciudad", que se
convertiría en la novela homónima publicada en Buenos Aires en 1958 (mencionada
en el concurso latinoamericano de la Editorial Losada); el mismo año 1956, ganó
el concurso centroamericano de cuento de El Salvador con "La muerte de
Pedro Canales". Después de recorrer toda Centroamérica como periodista,
regresó en 1957 como Director de la Imprenta Departamental de Antioquia. Y en
Medellín, desde esa fecha, alternó sus calidades de profesor en la Universidad
Nacional, con las de periodista ocasional, jurado en los concursos literarios
nacionales o del exterior, director de talleres de literatura. En 1964, ganó el
Premio Nadal (Ediciones Destino, España), con una de sus mejores novelas, El
día señalado (V.), obra experimental e innovadora, y rica de herencias
raizales antioqueñas, elementos contrapuestos que conservará como pilares fundamentales
de toda su obra narrativa, aspecto que ha confundido a la crítica literaria
(que prefiere y se pierde en los arquetipos presuntamente antagónicos de una
novela "occidental", "moderna" o "postmoderna",
cuando no "universal", y otra "regional"). En el
mismo año 1964, ganó el concurso nacional de cuento de El Tiempo y la
revista Cuadernos con "La venganza", incorporado en El día
señalado como uno de sus ejes principales. En 1973, ganó la I Bienal
Nacional de Novela de la revista Vivencias de Cali con otra de sus
mejores obras, esta de tipo estrictamente urbano, con experimentaciones
lingüísticas y estructurales valiosas, Aire de tango. Y en 1989, se le
concedió el premio internacional de novela "Rómulo Gallegos", en
Venezuela, por una de sus obras más ambiciosas, en la que regresa al mundo de
su infancia tejiendo espacios y tiempos en forma "desordenada", La
casa de las dos palmas, y que como la mayor parte de sus libros, fue
llevada con éxito a la televisión (algunas, también, han pasado al cine). Uno
de sus viejos proyectos ha sido el de escribir una novela, Los abuelos de
cara blanca, sobre el mundo aborigen, que conoció de niño y reconoció en
Centroamérica.
Luis Marino Troncoso,
S.J., dice que los principales núcleos temáticos en la obra de Mejía Vallejo
son el partir, la búsqueda del padre, las tomas de decisión, el recuerdo como
recreación de la vida, la soledad y la muerte. "Todos los temas anteriores
-agrega- se pueden concluir en una frase: vivir-morir recordando en la soledad
los caminos". Y explica que esta frase no la postula como un concepto,
sino como una imagen. "Recrea a un hombre solo encerrado en sus recuerdos,
en su pasado. Un hombre que está viviendo y muriendo simultáneamente mientras
recrea lo ya ido. Esta es la imagen visual de Aire de tango, de Las
noches de la vigilia y de Tarde de verano". Y que está
parcialmente en sus novelas, dice Troncoso, La tierra éramos nosotros, Al
pie de la ciudad, Las muertes ajenas, El día señalado, en sus
coplas y décimas y en todos sus cuentos. "Allí está ese `recordar' que es
la base del tan criticado y mal comprendido costumbrismo de las letras
antioqueñas. Ese `vivir-morir recordando en la soledad los caminos' nos remonta
a los días de la colonización antioqueña y a las conti
nuas referencias que se
hacen a la pérdida de un liderazgo en la nación; a la pérdida de unos valores
regionales y del impulso creador. Pero al mismo tiempo esta estructura
significativa recuerda la historia de Colombia llena de soledad y de violencia.
Una historia con poca conciencia crítica y en donde cada uno ha tenido que
encontrar su propia verdad para poder seguir viviendo. Una estructura
significativa que evoca las montañas, el laberinto de la gran ciudad y
finalmente el tango". (Troncoso, Luis Marino, 254-57).
La obra de Mejía
Vallejo, popular y culta, resume la historia de Colombia y del continente del
siglo XX, con personajes vigorosos que adquieren lenguajes propios a medida que
dejan las montañas y se internan en los remolinos de la ciudad. Por eso, tal
vez, resulta un autor tan polémico. (Isaías Peña Gutiérrez).
Bibliografía activa:
La tierra
éramos nosotros. Medellín: Balmore Alvarez Ed., 1945.
Tiempo de
sequía.
Medellín: Balmore Alvarez Ed., 1957.
Al pie de la
ciudad.
Buenos Aires: Ed. Losada, 1958.
Cielo cerrado. Medellín:
La Tertulia, 1963.
El día
señalado.
Barcelona: Ed. Destino, 1964.
Cuentos de
zona tórrida.
Medellín: Ed. Papel Sobrante, 1967.
Aire de tango. Medellín:
Ed. Bedout, 1973.
Las noches de
la vigilia.
Bogotá: Colcultura, 1975.
Prácticas
para el olvido. Medellín: Fenalco, 1977.
Las muertes
ajenas.
Bogotá: Plaza y Janés, 1979.
Tarde de
verano.
Bogotá: Plaza y Janés, 1981.
El viento lo
dijo.
Medellín: Universidad de Antioquia, 1981.
Y el mundo
sigue andando.
Bogotá: Ed. Planeta, 1984.
La sombra de
tu paso.
Bogotá: Ed. Planeta, 1987.
La casa de
las dos palmas. Bogotá: Ed. Planeta, 1988.
Memoria del
olvido.
Medellín: Universidad de Antioquia, 1990.
Soledumbres. Medellín:
Biblioteca Pública Piloto, 1990.
Otras
historias de Balandú. Bogotá: Intermedio Ed., 1990.
Bibliografía pasiva:
b)
Bedoya, Luis Iván, y
Escobar, Augusto. El día señalado. Estudio crítico. Medellín: Ed. Hombre
Nuevo, 1981. (Incluye bibliografía completa, activa y pasiva).
Escobar, Augusto y
otros. Manuel Mejía Vallejo en la literatura colombiana. Medellín:
Universidad de Antioquia, 1981.
Montoya Candamil,
Jaime. Manuel Mejía Vallejo. Vida, obra y filosofía literaria.
(Entrevista). Bogotá: Universidad Central, 1984.
Morales Benítez,
Otto. Una novela urbana. Aire de tango y el derrumbamiento de una época.
Medellín: U. de Antioquia, 1982.
Peña Gutiérrez,
Isaías, Comp. La tierra soy yo. Textos sobre la obra de Manuel Mejía Vallejo.
Bogotá: Fundación Tierra de Promisión, 1990.
Troncoso, Luis
Marino, S.J. Proceso creativo y visión del mundo en Manuel Mejía Vallejo.
Bogotá: Procultura, 1986. (Incluye bibliografía selecta, activa y pasiva).
Me gusta. Historia de la literatura colombiana. Gracias.
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