José Marcelo del Castillo (1967-2022)

 

José Marcelo del Castillo pasó por mi Taller de Escritores (TEUC), recién creado, por allá en 1981. Nunca, desde entonces, dejamos de vernos, aunque con ciertas interrupciones. En esta crónica de su compañero y colega de letras, Óscar Bustos B., queda retratado de cuerpo entero. Y solo agrego que, no siempre, la literatura es justa con sus amantes. A José Marcelo le quedó debiendo, a pesar de la intensidad con que la vivió. IPG

Autorretrato


LUTO ENTRE LOS ESCRITORES COLOMBIANOS:

UN HOMENAJE A JOSÉ MARCELO DEL CASTILLO ENCANTADO

Por Óscar Bustos B. 

Colegas y amigos de la red: Se nos fue, muy temprano, el escritor y cinematografista de Ipiales (Nariño), adoptado por los bogotanos, José Marcelo del Castillo. Según información de su familia, Marcelo murió en Bogotá el lunes 21 de noviembre de 2022. Tenía 65 años. Eso sí, gracias al gran amor que tenía por la vida y por el cine y la literatura, dio una tenaz batalla contra el cáncer, pero sus fuerzas no le alcanzaron. El 10 de junio de 2021 lo visité en su pequeño apartamento, cerca de la carrera 30 con 3a, donde vivía con su fiel mascota, Ulises, "que sueña, ladra y acompaña al autor", inspiradora de El Sueño del Perro, su única novela, que publicó en marzo de ese año. Ambos teníamos tapabocas y nos declaramos sobrevivientes de la pandemia. Él estaba feliz por haber vencido al Covid, que padeció encerrado en su casa, pero más contento por haber publicado el libro, el que vendió previamente a gente que conocía. A quienes se lo compraron, aún sin verlo editado, se los estaba enviando por correo durante esos días. Había enviado un ejemplar a su familia en Quito, Ecuador, y destacó que él y su padre, QEPD, eran los únicos miembros de la familia que habían logrado publicar un libro. Quería preparar café en su estrecha cocineta, pero mejor lo invité a beberlo en una cafetería. Lo pensó mucho, porque no quería dejar sola a la mascota, que ya era un guerrero vencido. Al fin se decidió, pero le dejó agua y alimento y le hizo carantoñas.

    Cuando estábamos bebiendo café en una panadería cerca de su casa volvimos a nuestros viejos temas: la escritura, el cine, la política de Petro, que entonces era candidato a la presidencia de Colombia por tercera ocasión, y no escatimó agradecimientos a Sonia Liévano, quien levantó los textos de su novela y los envió al impresor. Sin su aporte tan disciplinado, tal vez Marcelo no habría publicado la novela. Luego rasgó la envoltura plástica de su libro y apareció Ulises en la carátula, echado en un cojín y durmiendo, en una fotografía que le había tomado el mismo Marcelo con su celular, y en su segunda hoja escribió la siguiente dedicatoria: "Para Óscar con quien comparto hace años el gusto y el dolor y el sufrimiento por escribir; y ésta es xxxx (palabra que no logro descifrar, pues tenía letra de médico) insaciable por llegar a buen puerto. Gracias por toda la generosidad perenne y ahora su nobleza de lector comprometido en la literatura, José Marcelo".

      En realidad, Marcelo fue un verdadero amigo, desde que lo conocí en junio de 1981, cuando participamos en el Taller de Escritores de la Universidad Central, que dirigió el maestro Isaías Peña Gutiérrez. Desde entonces compartíamos aprecio por la obra de nuestro premio Nobel, Gabriel García Márquez, de quien siempre hablaba con entusiasmo fervoroso, deteniéndose en anécdotas que volvían a traerlo a nuestra memoria. Por ejemplo, cuando Gabo negoció la casa que compró en Cartagena y el negocio, que era con un ciego, tuvo un tropiezo cuando éste descubrió que el comprador era el Nobel de Literatura. Marcelo encontraba graciosa la anécdota y la contaba con muchas risas. También fue él quien me contagió su aprecio por la obra del casi centenario autor brasileño, Rubem Fonseca. De él citaba frases, como aquella según la cual había que "escribir sin inspiración y solo bajo la imaginación". Era tal el gusto por la literatura que Marcelo había creado seis (6) blogs, para cazar lectores curiosos como él. Ahí están, pletóricos de comentarios: mispropiasescribanias.blogspot.com,laretomadelapalabra.blogspot.com, delcastilloencantado.blogspot.com,elsueniodelperro.blogspot.com, mislecturascontrariadas.blogspot.com y jmarconsusescribanias.blogspot.com.

    Recuerdo que nuestra amistad fue inmediata tan pronto como nos conocimos en el Taller que coordinaba el maestro Isaías Peña y que nos carteamos cuando estuvo en Caracas durante su larga estadía de casi ocho años. A Venezuela tuvo que irse después de que, cerca de la calle 45, con su compañera y su pequeña hija instalaron un pequeño bar de salsa, porque también era un salsómano de raza, pero asaltantes los pusieron manos arriba con un arma de fuego y se llevaron todo en un camión. Después su familia se disolvió y la madre y su pequeña creo que se fueron para Bucaramanga.

      En Caracas fue asistente de varios directores de cine, pero a pesar de que permaneció allí durante ocho años, no logró estabilizarse en el medio cinematográfico del país hermano. Cuando finalmente regresó a Bogotá, la ciudad de sus amores, compró una cámara Betamax y se dedicó a grabar fiestas de quince años y matrimonios, pero nunca dejó de leer novelas ni de ver películas, y hablaba con entusiasmo tanto de los libros que leía como de las películas que lo descrestaban, entre las que citaba filmes latinoamericanos, chinos, japoneses y estadounidenses, especialmente los westerns y policíacos. Caminante consuetudinario de la ciudad, en 1991 atravesaba el parque de Las Nieves cuando grababan la película La gente de La Universal y fue el propio director, Felipe Aljure, quien le pidió que les colaborara como extra en una de las escenas callejeras. En efecto, Marcelo aparece detrás del protagonista, Álvaro Rodríguez, cuando éste hace una llamada urgente en uno de los teléfonos públicos que había en esa época. Esta anécdota la contaba risueño, agradecido con su buena suerte, pues al fin tuvo un breve reconocimiento a su ardua lucha por hacer cine. Creo que fue en 1995 que Focine premió su guion "Monte-video", pero nunca pudo realizar la película, por lo cual decidió escribirla con estilo narrativo y convertirla en novela. Esta es El Sueño del Perro, que es divertida y picaresca y muestra a sus personajes en medio de una Bogotá caótica y siempre en construcción. Su hija lo visitó alguna vez, pero no volvió más y él acusaba a su ex por haberlo alejado de ella, pero se alegró cuando supo que su vástago quería estudiar cinematografía. Recuerdo que entonces le dije que los genes no se niegan. 

      Marcelo tenía una cultura literaria vastísima, leía hasta dos novelas por semana, desde hacía añares estaba afiliado a la BLAA, donde le prestaban hasta seis novelas, y nunca se perdió una Feria del Libro de Bogotá. En ellas era el primero que cuestionaba y preguntaba a los escritores invitados. Lo recuerdo preguntándole a Monsiváis, a Rosa Montero y hasta al propio Vargas Llosa. Sus preguntas estaban fundadas en sus profundas lecturas, y era capaz de felicitar o de recriminar a los autores. Una vez, el escritor mexicano Guillermo Arriaga lo desafió a puños, en el auditorio de la Universidad Central, porque consideró que Marcelo lo había ofendido con sus apreciaciones. "Cuánto mides, porque yo mido 1,90 y te puedo noquear con el primer golpe", le dijo, vivamente ofuscado, con el micrófono en la mano y buscándolo como un cazador entre los asistentes. Él simplemente le había dicho que extrañaba el destino que había señalado a algunos personajes y que no volviera a escribir como lo hizo en sus primeras obras. Era risible que ese gigante se liara con Marcelo, enclenque y casi famélico. Pero él le aceptó el duelo de palabras y creo que salió airoso. 

     En plena pandemia, en agosto de 2021, Marcelo y yo participamos (yo por invitación de él) en la Filbo virtual. Y compartimos alegrías cuando el jurado dijo que tanto El Sueño del Perro como mi Colombia Crónica habían sido escogidos por IDARTES y la Cámara del Libro como dos de los diez mejores libros autoeditados en Colombia. Además, cuando nos encontramos en aquella cafetería después de la pandemia, él estaba feliz porque había creado su firma editora Del Castillo Encantado, con la que publicó su novela y esperaba diseñar e imprimir las obras de otros escritores inéditos. El resto de la conversación fue sobre la candidatura de Gustavo Petro, a quien daba por seguro ganador en la contienda electoral y no ahorraba calificativos para sus contendores, a los que siempre se refería como los del centro demoníaco. Todo sin perder su buen humor, su risa estruendosa y su confianza en el futuro. Con estas armas, a lo largo de su vida, él animó centenares de foros y decenas de tertulias literarias, especialmente en las bibliotecas El Tintal, Virgilio Barco y la BLAA. En la localidad de San Cristóbal, al suroriente de Bogotá, por invitación mía, acompañó muchas veces el proceso cultural, animando tertulias y cine clubes, y prácticamente fue nuestro camarógrafo en muchos eventos. Hace tres meses lo invité a acompañarme en alguna tertulia que íbamos a hacer aquí, pero me dijo que había estado muy mal, luchando contra un cáncer de esófago, al que no obstante esperaba vencer. Yo nunca dudé de que lo haría y confiaba en un nuevo encuentro. Pero acabo de enterarme de su fallecimiento, que me ha caído como un baldado de agua fría. 

     En 2012, cuando yo trabajaba en Canal Capital, en el programa de crónicas DC Cuenta Documental y Crónica, le hicimos la siguiente nota, a partir de su texto sobre los cines desaparecidos. Aquí aparece con su voz y tono característicos, de nariñense adoptado en Bogotá, y con sus ademanes particulares. Por este medio envío todas mis condolencias a sus familiares y amigos. Recuerdo que también me contó que uno de sus hermanos murió en 2021 en Ipiales y él estaba muy lastimado por ello. También su madre, doña Eloísa, que casi llegó a edad centenaria, había muerto en sus brazos hacía unos cinco años. Con sus memorias, Marcelo estaba escribiendo otra novela, con ella como protagonista. Ojalá aparecieran los capítulos que ya había escrito. Tenía otra hermana en Nicaragua, a la que me presentó en la Feria del Libro, FILBO, de 2015. Tal vez, para que ella venga y lo acompañe en las exequias, es que éstas serán hasta el domingo 27 de noviembre. Ojalá allí nos encontremos sus amigos, para rendirle un justo homenaje póstumo, como gran lector, escritor, animador de tertulias y amigo entrañable. FIN.

 

Comentarios