Pedro Claver Téllez (1941-2022)

Pensaba en su cumpleaños 81 para el próximo 28 de octubre de 2022, pero el domingo 16 falleció en una clínica de Bogotá a causa de una insuficiencia renal.

Pedro Claver Téllez en 1988
Pedro Claver Téllez, de Jesús María, Santander, donde, también, en 1933, había nacido otro de los Téllez de Jesús María, Efraín González, cuya vida, Pedro Claver (hijo de dos Téllez, primos, decía él) investigaría a fondo para escribir y publicar el libro, en 1993, Efraín González. La dramática vida de un asesino, título al que más adelante le agregarían una palabra al final: “asesinado”. Entender y descifrar el contradictorio mundo de Efraín González, los diablos y los santos que había en él, llevó a Pedro Claver a recorrer todo el país buscando otros Efraín González. Y encontró miles. Fueron los campesinos, liberales o conservadores, manipulados por los jefes de los partidos tradicionales, que armaban bandas paramilitares para asesinar a los del bando contrario y que, al final, los jefes políticos traicionaban, los abandonaban y sacrificaban en aras de sus propios intereses. Todo eso se entiende leyendo sus doce o catorce libros que pronto se verán reeditados, en cine o en televisión. Y para eso, Pedrito, como le decíamos sus amigos, llevó una vida de riesgos, peligros y sinuosas aventuras.

         Para eso, también, encontró el nicho de la crónica periodística. Pedro Claver (hay que recordar que, aunque su papá era liberal, al contrario de los Téllez de Efraín González, que eran conservadores, le pusieron como nombre el muy católico apellido Claver del santo de los esclavos), digo que Pedro Claver Téllez fue un narrador nato, pleno, sentido. Saltó, como otros más por esa época, años 70-80, de las crónicas sueltas de los periódicos a los libros de crónicas. Era una forma de evadir la censura. Investigaba hasta saturarse de un tema y luego escribía el libro. Además, nos los contaba íntegros antes de escribirlos. Me pasó que algunos no los leí porque ya me los sabía. Largas conversaciones con Pedro Claver que comenzaremos a extrañar. Nos quedan, por supuesto, La guerra verde (las vendettas de los esmeralderos), Crónicas de la vida bandolera (las aciagas vidas y muertes de Efraín González, Sangrenegra, Desquite, Jair Giraldo, Chispas, Los Tiznados, etc.), La hora de los traidores, etc., y tantos otros.

         Algo que no he visto, incluso me han dicho que no fue así -por eso digo que en narrativa no existe diferencia entre ficción y realidad, menos la tal autoficción de ahora-, es el origen literario, narrativo, de Pedro Claver Téllez. Al final de la década del 60 (lo viví, pero ahora es ficción), Pedro ganó dos concursos nacionales de cuento y, con otros escritores jóvenes más, hicimos parte del “Suplemento Dominical” de El Siglo (que Marta Traba llegó a decir que era el mejor del país). Fuimos todo un grupo generacional. Allí se publicó “La isla de los perros color de luna”, Premio Riopaila de Cuento 1968 (el que había creado la joven poeta María Mercedes Carranza). El otro cuento, ganador del premio del concurso de Cúcuta, se llamaba “Clotilde Bautista, tantas veces viuda de”, que se perdió porque él no dejó copia y los jurados lo botaron, lo mismo que la plata del premio porque uno de los jurados -escritor muy famoso en su época- la tomó en préstamo y jamás se la devolvió (lo cuenta, también, Lorena Álvarez Restrepo en su tesis de la U. Javeriana, Siete veces Pedro. Vida folletinesca y periodismo de aventura de Pedro Claver Téllez). Ojalá alguna editorial, oficial o privada, reeditara sus libros. Son un espejo nacional, allí nos podemos ver sin tanta teoría.

La vida misma de Pedrito alcanzó la dimensión de una intensa e infatigable crónica. Allá lo condujo su afán de contar los misterios y los despropósitos de la vida íntima y pública de eso que dimos por llamar, con tanta modorra e indiferencia, con mayúscula para que no dijeran que era cosa pequeña, la Violencia colombiana. Crónicas que en sus largas charlas de café se convertían, además, en largas e impresionantes novelas policíacas. En sus clases en las universidades donde lo dejaron hablar con los estudiantes, dejó constancia del género negro. Quería escribir una de esas novelas, pero, como otros tantos proyectos, el tiempo no le alcanzó. Víctor Gaviria, seguramente, contará algunas de esas peripecias inalcanzables de Pedro. Incluida la historia de la alemana, la primera mujer piloto de aviación de Colombia, él lo recalcaba con mucho énfasis, una de sus varias compañeras de viaje y aventuras.

Laura Camila Arévalo escribió en El Espectador, aunque pudo no haberlo conocido, una acertada reseña sobre Pedro. Y dijo, palabras más, palabras menos, que él pertenecía a la estirpe de hombres que renuncian a la “opulencia” y que, llegando casi a la locura, confían ciegamente en la “utopía ridícula”. Cierto.

Pedro Claver Téllez fue el número 13 entre 23 hermanos.

 

Comentarios

  1. Octubre 17 de 2022
    La muerte de Pedro Claver Téllez nos deja un vacío grande al igual que un espacio trascendental en la construcción de nuestra memoria histórica. Aprendí profundamente de él, su calidad humana y sus excelentes libros que me condujeron durante años por la escritura de mi Quinteto de la frágil memoria. Le di a conocer algunas páginas (aun inéditas) y le pedí que me autorizara referir la muerte de Sangrenegra, el bandido que azotó la región del norte del Tolima en la violencia de Laureano Gómez que él relató con maestría en una de sus crónicas. No cuestioné la veracidad de su historia, la verdad estaba en su excelente prosa, en su exquisito lenguaje así contara asuntos dolorosos. Fue tanta la gratitud y agradecimiento que mi novela “Trashumantes de la guerra perdida” está dedicada a seres extraordinarios para entender el conflicto colombiano: Germán Guzmán Campos, Darío Ortiz Vidales, Eutiquio Leal, Arturo Alape, Gonzalo Sánchez y, por supuesto, nuestro amigo Claver Téllez que acaba de partir. Le queda a uno ese vacío que no se llenará con facilidad. Estamos llenos de esos vacíos. ¡Tantos cercanos que se nos han adelantado, tantos! Quedan sus libros y la enseñanza de cómo se debe escribir. Buen viaje querido Pedrito.

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  2. Lamentable pérdida, sin duda, como lamentable que este cronista haya sido poco conocido, tanto como su obra literaria. Acabo de leer La Pola, espía patriota. Novela histórica (y policiaca, según expertos). Saludos desde Buga.

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