Pedro Claver Téllez (1941-2022)
Pedro Claver Téllez en 1988 |
Para eso, también,
encontró el nicho de la crónica periodística. Pedro Claver (hay que recordar
que, aunque su papá era liberal, al contrario de los Téllez de Efraín González,
que eran conservadores, le pusieron como nombre el muy católico apellido Claver
del santo de los esclavos), digo que Pedro Claver Téllez fue un narrador nato,
pleno, sentido. Saltó, como otros más por esa época, años 70-80, de las crónicas sueltas de
los periódicos a los libros de crónicas. Era una forma de evadir la censura.
Investigaba hasta saturarse de un tema y luego escribía el libro. Además, nos los
contaba íntegros antes de escribirlos. Me pasó que algunos no los leí porque ya
me los sabía. Largas conversaciones con Pedro Claver que comenzaremos a
extrañar. Nos quedan, por supuesto, La guerra verde (las vendettas de los esmeralderos), Crónicas
de la vida bandolera (las aciagas vidas y muertes de Efraín González,
Sangrenegra, Desquite, Jair Giraldo, Chispas, Los Tiznados, etc.), La hora
de los traidores, etc., y tantos otros.
Algo que no he
visto, incluso me han dicho que no fue así -por eso digo que en narrativa no
existe diferencia entre ficción y realidad, menos la tal autoficción de ahora-,
es el origen literario, narrativo, de Pedro Claver Téllez. Al final de la década
del 60 (lo viví, pero ahora es ficción), Pedro ganó dos concursos nacionales de cuento y, con otros escritores
jóvenes más, hicimos parte del “Suplemento Dominical” de El Siglo (que
Marta Traba llegó a decir que era el mejor del país). Fuimos todo un grupo
generacional. Allí se publicó “La isla de los perros color de luna”, Premio
Riopaila de Cuento 1968 (el que había creado la joven poeta María Mercedes
Carranza). El otro cuento, ganador del premio del concurso de Cúcuta, se
llamaba “Clotilde Bautista, tantas veces viuda de”, que se perdió porque él no
dejó copia y los jurados lo botaron, lo mismo que la plata del premio porque
uno de los jurados -escritor muy famoso en su época- la tomó en préstamo y
jamás se la devolvió (lo cuenta, también, Lorena Álvarez Restrepo en su tesis
de la U. Javeriana, Siete veces Pedro. Vida folletinesca y periodismo de
aventura de Pedro Claver Téllez). Ojalá alguna editorial, oficial o
privada, reeditara sus libros. Son un espejo
nacional, allí nos podemos ver sin tanta teoría.
La vida misma de Pedrito alcanzó la
dimensión de una intensa e infatigable crónica. Allá lo condujo su afán de
contar los misterios y los despropósitos de la vida íntima y pública de eso que
dimos por llamar, con tanta modorra e indiferencia, con mayúscula para que no
dijeran que era cosa pequeña, la Violencia colombiana. Crónicas que en sus
largas charlas de café se convertían, además, en largas e impresionantes novelas policíacas. En sus clases en las universidades donde lo dejaron
hablar con los estudiantes, dejó constancia del género negro. Quería escribir
una de esas novelas, pero, como otros tantos proyectos, el tiempo no le
alcanzó. Víctor Gaviria, seguramente, contará algunas de esas peripecias
inalcanzables de Pedro. Incluida la historia de la alemana, la primera mujer piloto
de aviación de Colombia, él lo recalcaba con mucho énfasis, una de sus varias
compañeras de viaje y aventuras.
Laura Camila Arévalo escribió en El
Espectador, aunque pudo no haberlo conocido, una acertada reseña sobre
Pedro. Y dijo, palabras más, palabras menos, que él pertenecía a la estirpe de
hombres que renuncian a la “opulencia” y que, llegando casi a la locura,
confían ciegamente en la “utopía ridícula”. Cierto.
Pedro Claver Téllez fue el número 13
entre 23 hermanos.
Octubre 17 de 2022
ResponderEliminarLa muerte de Pedro Claver Téllez nos deja un vacío grande al igual que un espacio trascendental en la construcción de nuestra memoria histórica. Aprendí profundamente de él, su calidad humana y sus excelentes libros que me condujeron durante años por la escritura de mi Quinteto de la frágil memoria. Le di a conocer algunas páginas (aun inéditas) y le pedí que me autorizara referir la muerte de Sangrenegra, el bandido que azotó la región del norte del Tolima en la violencia de Laureano Gómez que él relató con maestría en una de sus crónicas. No cuestioné la veracidad de su historia, la verdad estaba en su excelente prosa, en su exquisito lenguaje así contara asuntos dolorosos. Fue tanta la gratitud y agradecimiento que mi novela “Trashumantes de la guerra perdida” está dedicada a seres extraordinarios para entender el conflicto colombiano: Germán Guzmán Campos, Darío Ortiz Vidales, Eutiquio Leal, Arturo Alape, Gonzalo Sánchez y, por supuesto, nuestro amigo Claver Téllez que acaba de partir. Le queda a uno ese vacío que no se llenará con facilidad. Estamos llenos de esos vacíos. ¡Tantos cercanos que se nos han adelantado, tantos! Quedan sus libros y la enseñanza de cómo se debe escribir. Buen viaje querido Pedrito.
Lamentable pérdida, sin duda, como lamentable que este cronista haya sido poco conocido, tanto como su obra literaria. Acabo de leer La Pola, espía patriota. Novela histórica (y policiaca, según expertos). Saludos desde Buga.
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