David Huerta (1949-2022)

 El 3 de octubre murió de una insuficiencia renal, en ciudad de México, el escritor David Huerta. David habría cumplido 73 años mañana sábado 8 de octubre de 2022. Había nacido en 1949, hijo del grandísimo poeta Efraín Huerta (años antes de que se casara con la escritora Thelma Nava).

        A los 73 años, también, murió Arturo Azuela, en 2012. Era nieto del inmenso Mariano Azuela, autor de tantos libros, entre ellos la clásica novela Los de abajo (1916).

        Con Arturo y David, en encuentros de escritores, usuales por entonces y muy distintos a los festivales, ferias y fiestas de ahora, tuve la oportunidad de compartir en La Habana a comienzos de los años 80 del siglo XX. Con Arturo y otros narradores de su generación (Britto García, Antonio Skármeta, González Viaña, Raúl Pérez Torres, Manlio Argueta, Lincoln Silva, Osvaldo Soriano, Eduardo Galeano, Bryce Echenique, Renato Prada Oropeza: todo un mapa narrativo de Latinoamérica, inmediatamente posterior al boom) inicié un proyecto de libro con entrevistas (alcancé a publicar algunas en la prensa) y con ensayos. Pero, pasó el tiempo y no nos volvimos a ver nunca y mi libro se postergó y se canceló.

        A los dos, a David Huerta y a Arturo Azuela, siempre los imaginé perseguidos por las sombras del padre y del abuelo. Difíciles de superar. A David lo llamé, en mi historia de la literatura latinoamericana, neo intimista, ya se anunciaba como tal, quizás, para diferenciarse de su padre. Fue un estudioso de nuestras literaturas, recuerdo sus esfuerzos para reunir la obra completa del escritor y pianista uruguayo, reivindicado en aquella época, Felisberto Hernández, publicada en tres tomos por Siglo XXI Editores de México.

Como Arturo Azuela, David se ganó todos los premios que otorga México a sus escritores. Con el tiempo, a pesar de la juventud en que murieron, pienso que lograron superar el complejo o la realidad literaria de sus progenitores. Dejaron una obra de investigación y de creación en el ensayo, la narrativa y la poesía, que apenas comenzamos a descubrir y a leer en serio.

        El día de la muerte de David, nuestro poeta Santiago Erazo, director de Elmalpensante, dijo “va a ser difícil olvidar y superar la poesía de David Huerta”. Eso mismo decíamos nosotros en 1980 de Efraín Huerta, su padre. Y aunque, como dice Santiago, David era algo así como la antípoda de su padre, terminó siendo como el viejo, decidido y tan metido en la carne viva de nuestro continente. Por eso, voy a transcribir el poema de David Huerta plantado en el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca, MACO, en el monumento a los caídos en Ayotzinapa, esos 43 estudiantes que se esfumaron en el vagón de la violencia para estatal mexicana.

(El texto del poema lo tomo de la revista virtual, mexicana, Tierra Adentro).

 

AYOTZINAPA

 

Mordemos la sombra

Y en la sombra

Aparecen los muertos

Como luces y frutos

Como vasos de sangre

Como piedras de abismo

Como ramas y frondas

De dulces vísceras

 

Los muertos tienen manos

 

Empapadas de angustia

Y gestos inclinados

En el sudario del viento

Los muertos llevan consigo

Un dolor insaciable

 

Esto es el país de las fosas

Señoras y señores

Este es el país de los aullidos

Este es el país de los niños en llamas

Este es el país de las mujeres martirizadas

Este es el país que ayer apenas existía

Y ahora no se sabe dónde quedó

 

Estamos perdidos entre bocanadas

De azufre maldito

Y fogatas arrasadoras

Estamos con los ojos abiertos

Y los ojos los tenemos llenos

De cristales punzantes

 

Estamos tratando de dar

Nuestras manos de vivos

A los muertos y a los desaparecidos

Pero se alejan y nos abandonan

Con un gesto de infinita lejanía

 

El pan se quema

Los rostros se queman arrancados

De la vida y no hay manos

Ni hay rostros

Ni hay país

 

Solamente hay una vibración

Tupida de lágrimas

Un largo grito

Donde nos hemos confundido

Los vivos y los muertos

 

Quien esto lea debe saber

Que fue lanzado al mar de humo

De las ciudades

Como una señal del espíritu roto

 

Quien esto lea debe saber también

Que a pesar de todo

Los muertos no se han ido

Ni los han hecho desaparecer

 

Que la magia de los muertos

Está en el amanecer y en la cuchara

En el pie y en los maizales

En los dibujos y en el río

 

Demos a esta magia

La plata templada

De la brisa

 

Entreguemos a los muertos

A nuestros muertos jóvenes

El pan del cielo

La espiga de las aguas

El esplendor de toda tristeza

La blancura de nuestra condena

El olvido del mundo

Y la memoria quebrantada

De todos los vivos

 

Ahora mejor callarse

Hermanos

Y abrir las manos y la mente

Para poder recoger del suelo maldito

Los corazones despedazados

De todos los que son

Y de todos

Los que han sido 

 

 

David Huerta

2 de noviembre de 2014, Oaxaca, México.

 

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