Entrevista con Óscar Godoy Barbosa
(El 20 de octubre de 2021, en Bogotá, el diario El Tiempo publicó con el título de "Una novela sobre esas vidas marcadas por la guerra", la entrevista que le hice al escritor colombiano Óscar Godoy Barbosa, a raíz de de la publicación en nuestro país de su novela Te acuerdas del mar, premiada por el diario Clarín de Buenos Aires en 2019. La primera edición la había hecho Alfaguara en Argentina. A continuación transcribo el original de mi texto.)
ENTREVISTA CON EL NOVELISTA ÓSCAR GODOY BARBOSA
“La terquedad y la pasión por escribir”
Por Isaías Peña Gutiérrez
Ñ es la revista cultural que sale a la calle todos los sábados en Buenos Aires. Tiene un equipo editor como pocos en América Latina. Depende de Clarín, el diario que compite con La Nación. Cada año, diario y revista, convocan un premio doble de novela (el Premio Clarín Novela y el Premio Ñ-Ciudad de Buenos Aires) para hispanohablantes del mundo. En 2019, lo ganaron el argentino Marcelo Caruso con Negro el dolor del mundo y el colombiano Óscar Godoy Barbosa con Te acuerdas del mar. Las novelas aparecieron publicadas por Alfaguara en Argentina mucho después de lo previsto, en 2021, debido a la pandemia. Y como la globalización económica no funciona con la efectividad del virus, tuvimos que esperar la edición de Alfaguara en Colombia para poder leer la novela de Godoy Barbosa, que, por fin, ha llegado a nuestras librerías. El jurado del concurso lo integraron el mexicano Jorge Volpi y los narradores argentinos Liliana Heker y Jorge Fernández Díaz. El fallo fue unánime. Volpi habló de “una prosa tersa y vibrante”, Heker, de “un alegato perturbador y luminoso” y Fernández Díaz, de “una poderosa parábola”.
El autor de Te acuerdas del mar
nació en Ibagué. Allí estudió su secundaria. El resto lo ha hecho en Bogotá, donde
ha escrito, al lado o al margen del periodismo y la docencia, lo que antecedió
a Ñ de Clarín. No debiera ser así, pero en un país sin historia
literaria, parecería que con su premio acabara de comenzar su carrera
literaria, cuando, en verdad, es la consolidación de un largo trayecto con
premios y publicaciones. Hace muchos años comenzó, y todo ya puede ser
recuerdo.
-Óscar, ¿cuántos premios son? ¿Crees
que ellos te condujeron a Buenos Aires?
-Han sido cinco premios si incluimos el de la revista Ñ,
y sin duda cada uno tuvo su significación. Los primeros los obtuve cuando me
desempeñaba como periodista económico. “Mis jueves sin tí” se ganó el Concurso
Nacional de Cuento para Trabajadores, Medellín, 1998, y luego, en 2000, Duelo de miradas ganó el Premio Nacional
de Novela Ciudad de Pereira. Esos dos premios significaron un remezón profundo,
me abrieron la posibilidad de una vida más allá del periodismo, en la que la
escritura dejara de ser una actividad clandestina y pasara a ocupar el primer
lugar. Luego vino un tercer puesto en el Concurso Revista Número-Bogotá Capital
Mundial del libro, 2008, con el cuento “Susana y el sol”, un primer puesto en
el Concurso Nacional de Cuento Ciudad de Bogotá 2014, con “La castigada”, y en
2016, mi novela Once días de noviembre, quedó entre las 15
semifinalistas del Premio Nacional de Literatura del Ministerio de Cultura.
Fueron premios que me dieron ánimos en tiempos difíciles. Cada uno de ellos significó
un escalón en una larga carrera de resistencia, aunque, de verdad, lo que me
condujo al premio en Buenos Aires fueron la terquedad y la pasión por escribir.
-Cuento y novela, ¿sin preferencia alguna?
-Narrar historias, configurarlas, jugar con ellas, es hoy
mi territorio. Pero cada historia en particular trae consigo la decisión de si
será cuento o novela.
-Además de la terquedad y la pasión por escribir, ¿cómo y
cuándo surge la urgencia de llegar a la narrativa y a los premios?
-Desde muy joven escribía de manera casi frenética.
Rellenaba papeles con historias cortas o largas, poemas, pensamientos, incluso
dibujaba historietas gráficas, viñetas, paisajes. Inicié un diario a los 14
años y todavía hoy lo escribo. Cuando en 1979 inicié estudios de Periodismo en
la U. Externado de Colombia tuve la suerte de hacerme amigo de compañeros
apasionados por la literatura y el cine. Allí manejamos el cineclub por varios
años, grabamos películas en video, escribimos, leímos, nos movimos por La Candelaria
y por los extramuros. Luego de pasar volando por el Taller de Escritores de la
U. Central en 1983, vino París, febrero de 1984, una aventura de seis meses que
se prolongó por tres años, en los que, más allá de mis estudios sobre
literatura latinoamericana, lo que me emocionó fue formar parte de grupos de
escritores en ciernes, con los que nos reuníamos a leernos, a hablar de libros
y autores, y donde, por primera vez, pensé, aunque sin mucha convicción, que
podría haber una vida en la literatura.
--Qué pasó al regreso?
De nuevo en Bogotá,
me vinculé en 1987 al periodismo y por esas cosas de la vida acabé en un
terreno que muchos miraban con reserva, el del periodismo económico, en La
República. Escribía noticias con cifras y términos complejos que me
esforzaba en traducir para el lector común y, al mismo tiempo, viajaba, conocía
gente, participaba en eventos. En los ratos libres escribía mis cuentos e
inicié lo que luego sería la novela Duelo de miradas. En ese
momento llegaron los dos premios iniciales y no hubo vuelta atrás. Se trataba ya
no de correr detrás de las noticias, sino de eso que había mantenido en la
clandestinidad. Con esos premios, en el año 2000, surgió la oportunidad de
cambiar de norte y dedicarme a la docencia, primero en el Taller de Escritores
de la U. Central, y más adelante en su programa de Creación Literaria. Más
escritura y lecturas, y entre 2009 y 2011 cursé la maestría en Creación
Literaria del Paso, Texas. Con este cúmulo de experiencias y aprendizajes, creo
que es con lo que llego a la novela premiada en Buenos Aires.
-De esa época de formación, décadas 80 y 90, ¿qué profesores o
escritores recuerdas? ¿Qué libros?
-De
esos primeros años recuerdo a Manhattan Transfer, Guerra y
paz, Mientras agonizo, La peste, Al faro, En
el camino, El castillo, El astillero, sin dejar de lado
a Poe, García Márquez, Hemingway, Cortázar, Manuel Scorza, Vargas Llosa, Carlos
Fuentes, Rulfo, Andrés Caicedo, en fin… Es larga la lista de mis amigos, los
del Externado, los del TEUC, entre los que recuerdo a Jorge Cardona y Gloria
Inés Peláez, los de París, los periodistas y los colegas en la docencia. De toda
esa vida compartida también se nutre la literatura. De mis maestros recuerdo a Fernando
Orjuela, director del Cine Club del Externado, por la guía que fue para
nosotros en el universo del cine y por sus recomendaciones de lectura. Claude
Fell, en París, dirigió mi trabajo de tesis sobre Andrés Caicedo y le puso algo
de orden y método a mi dispersión literaria. Alberto Lopera, mi gran maestro
del periodismo económico. Y, por supuesto, mis amigos del TEUC, donde empecé a
armar el rompecabezas de la escritura.
-A la distancia, de las novelas anteriores a Te acuerdas del mar, ¿cuáles serían, en cada una de ellas, las razones principales de su escritura?
-Duelo de miradas (2000) explora las relaciones, los vericuetos del amor, la pasión, la frustración y la rabia. Hoy pienso que esa primera novela fue la catarsis de toda una época de lecturas, de vivencias, de aprendizajes, una mirada íntima sobre el pequeño universo de sus personajes. El arreglo (2008) surgió como un reto: quería escribir una novela minimalista, de puro diálogo, con solo dos personajes encerrados en una habitación. Al final no resultó tanto así, pues fue necesario introducir escenas de afuera, pero resultó un experimento con recursos narrativos útiles para la siguiente novela, Once días de noviembre (2015), mi tesis de grado en la maestría de El Paso. En esta novela, que estuvo esperando muchos años para ser escrita, me enfrenté por primera vez a algo que había esquivado por puro temor: tocar los temas grandes de este país. Narrar la toma del Palacio de Justicia y la tragedia de Armero, a partir de personajes que se ven involucrados en ambos hechos, fue un reto que me exigió un gran acopio de recursos y un enorme trabajo de reescritura. En esos esfuerzos quedaron sembradas las semillas de Te acuerdas del mar.
-Hiciste una afortunada fusión entre lo cotidiano e íntimo y lo público en Te acuerdas del mar, rica en recursos narrativos, con personajes fuertes. Poesía, drama y tragedia se cruzan. Me parece una dimensión inédita en nuestra literatura. Emocionó al jurado y emociona al lector. ¿Pero qué es lo central? ¿Cómo surgió la idea?
La novela surgió de una conversación casual, hace más de 10 años, en la que alguien relataba su experiencia con excombatientes de alguno de nuestros conflictos anteriores. Cuando la emprendí, hacia 2017, lo que me propuse fue explorar esas vidas que por más que quieran no logran distanciarse de las marcas que les deja la guerra, lo que entrañaba una mirada crítica sobre el absurdo de esa herencia nefasta de este país, una herencia en la que cada etapa que parece culminar da pie a un nuevo ciclo de violencia. Pero a medida que fui avanzando en la escritura y en el mundo interior de mis personajes, me di cuenta de que la idea que acaba sustentando la novela era la posibilidad del afecto, de la solidaridad, como un bálsamo en la mitad del absurdo.
-Parte de la fundamentación de valores y del diseño de la novela, al asumir el conflicto social en Colombia, proviene de las novelas de aventuras de mar de seis autores: Poe, Defoe, Melville, Salgari, Verne y Hemingway. Excelente recurso metaficcional, como para un seminario con J. B. Duizeide. ¿Pero pensaste en el riesgo frente a los lectores que no conocen esas novelas?
-El recurso metaficcional surgió cuando me pregunté en qué podían ocupar
su tiempo dos desconocidos que coinciden en una habitación de hospital, y por
el camino se convirtió en un eje fundamental de la novela. Claro, era un riesgo
pues varias de estas obras son desconocidas para muchos lectores de hoy, pero
le aposté a que el lector se conecte con el fluir de cada historia,
independientemente de que la conozca o no, por la manera como es relatada desde
la sensibilidad y con los sesgos de Corso, su narrador. Esas novelas se tejen,
íntimamente, con la trama novelesca, y, más que por lo que cuentan, acaban de configurar
al personaje que las cuenta e iluminan los puntos de vista sobre su vida.
También tengo la esperanza de que muchos lectores, si quedan intrigados, acudan
a los originales y los contrasten con la versión que de ellos se da en esta
novela.
-Diana, principal personaje femenino, ¿leyó en una noche El Corsario
Negro?
La
historia del corsario es un recuerdo de infancia de Diana, pues la escuchó de
Corso durante su viaje hacia el mar y la tuvo presente en toda esa aventura, al
punto de hacerse comprar un barco de juguete para recrear sus hazañas. Lo que
cuenta mi novela es que tiempo después Diana encontró la novela en una venta
callejera, la leyó en una noche y quedó más bien desencantada, pues la que
tenía en su memoria era mucho más rica.
-Robinson Crusoe vive la soledad en la isla frente al mar durante 26 años. ¿Esa es la soledad del combatiente, en cualquier horizonte ideológico? ¿De ahí sale el título?
Cada novela de las seis referenciadas tiene como escenario el mar. En las versiones de esas novelas, Corso siempre encuentra una relación con su propia vida, con su dolor, con su desencanto. Y, por otra parte, la vivencia más entrañable de los personajes tiene relación con el mar. El mar es un recuerdo común, una felicidad compartida. El mar es metáfora y recuerdo, es eje y fundamento de la novela.
-En la novela, Corso, personaje principal de Te
acuerdas del mar (p. 241), dice: “…cuando nos ciegan las empresas
imposibles convencemos a los demás y los arrastramos con nosotros, y luego nos
damos cuenta, tarde nos damos cuenta de que nada justifica el sacrificio de
tantas vidas”. Corso está recordando la tragedia final del capitán Ahab en su inútil
y fatal lucha contra Moby Dick, la ballena blanca. Corso ya no cree en
mesianismos, victorias militares, guerrerismos. No es otra pregunta para Óscar
Godoy Barbosa. Él, así de simple, volvió a tocar “temas grandes de este país” y
es un narrador, nuevamente, premiado, esta vez en Buenos Aires.
Bogotá, 20 de agosto de 2021
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